viernes, 1 de abril de 2011

Voluntad de Campeones


La selección de básquet sobre sillas de ruedas se prepara para los Juegos Parapanamericanos. Sus necesidades, ilusiones y las ganas de que los vean como jugadores y no como "discapacitados". Cómo superar la adversidad a través del deporte.
Doce de los jugadores que integran el plantel de la Selección de básquet sobre sillas de ruedas meriendan en el comedor del Cenard. Por un fin de semana dejaron sus trabajos, obligaciones y familias para venir a entrenar. Así es una vez por mes, cuando se juntan para ponerse a punto. Esta tarde, mientras esperan que la cancha quede libre para ellos, charlan, bromean, miran la tele. Más allá del esparcimiento del momento, hay un objetivo de fondo que atraviesa los tres días que pasan en Buenos Aires: los Juegos Parapanamericanos que disputarán en noviembre en Guadalajara, México. Ese torneo, además, es el primer paso hacia el gran sueño: poder participar de un juego olímpico. 


Domingo Patrone pide atención, rearma el cronograma de entrenamiento de la calurosa tarde porteña, lo anuncia. Es el director técnico de la Selección desde 2001 –el cargo se concursa cada cuatro años–, y llegó desde Santa Fe en micro hace apenas unas horas. Se dedica a entrenar equipos de básquet "desde siempre", y desde casi siempre sobre sillas de ruedas. Él es un "rengo" más, como dice con una sonrisa. "Este cuerpo técnico lleva tres períodos, y pensamos que a fines de 2012 nos vamos a ir, consideramos que tiene que venir otro", se anticipa. En esta etapa de diez años, lograron ascender a la Argentina a la primera división de América, y el calendario 2011 tiene en noviembre al protagonista. 



Las reglas del deporte son las mismas que las del básquet convencional. Las medidas de la cancha y la pelota, también. Pero al estar en sillas de ruedas, el espacio se reduce, los roces aumentan, y muchas veces los jugadores caen al piso. Siempre se levantan. Cada jugador tiene una puntuación de acuerdo a su lesión y a sus aptitudes para el juego (la fuerza abdominal, además de la de brazos, se convierte en clave), y el equipo en cancha no puede superar los 14 puntos entre los cinco jugadores. 



Entrenar con el alma. Más allá del juego, la gran diferencia con las potencias (a nivel americano lo son Estados Unidos y Canadá) dicen, es que ellos están "bien sentados". Y sólo hay que tener en cuenta que en este deporte las sillas de ruedas son tan importantes como las piernas para entender la distancia que plantean. Con las ruedas inclinadas, capaces de tomar mayor velocidad, livianas y estables a los movimientos bruscos, las sillas son en su mayoría importadas (las nacionales a veces las superan en costos) y las deben comprar ellos o los clubes en los que militan, igual que los repuestos cuando se rompen. Si juegan en la Selección, usan esas mismas sillas, las suyas. "En la suma del partido, tu equipo hace mil remadas, y el resto hizo 300. Está más fresquito, el material de sus sillas es diferente, está adaptada con el último avance. Con todos los chiches es distinto", se lamenta Patrone. 



"Con buenas sillas, no tenemos techo", se anima Gustavo Villafañe (28), que es uno de los de menor puntaje del plantel por la gravedad de su lesión; tiene un brazo, el derecho, tatuado desde la muñeca hasta el hombro. A los nueve años fue atropellado por un tren, y sufrió la amputación de sus dos piernas y el brazo izquierdo. En la semana, Gustavo juega en Cilsa, una ONG que trabaja por la inclusión y que también tiene actividades deportivas. Antes del accidente, no había tirado nunca al aro. Hacía natación, y a través de algunos amigos se animó al básquet. Como el básquet sobre silla de ruedas es amateur y hasta ahora se trató más de un hobbie que de un trabajo, Gustavo "trabajaba vendiendo mis sonrisas en la calle, pero ya está, espero no volver más", dice sobre su última manera de ganarse un billete. Hace pocos días les llegó un comunicado que puede cambiar eso. Los jugadores de la Selección comenzarán a recibir una beca mayor de la Secretaría de Deportes (ahora perciben $500), y eso los acercaría al escalafón profesional. 



"Arranqué a jugar al básquet a los 28, y al año siguiente me llamaron para la Selección", cuenta Alejandro Fernández (39). Las edades en el grupo son dispares, y el comienzo en el deporte, muchas veces, es tardío. Un accidente a los 11 le produjo una paraplejía, pero su incursión en los entrenamientos demoró. "Cuando me senté en una silla de básquet me di cuenta la velocidad que podía desarrollar, me gustó la tecnología que tienen", dice sobre el señuelo que lo atrajo. Había varias opciones para meterse en el deporte: tenis y maratón eran algunas, pero lo que más le llamó la atención del básquet fue formar parte de un equipo. Compartir vestuario, torneos, datos sobre las sillas, la vida misma les atrajo a todos. Disfrutan de los encuentros en el Cenard, se ponen al día. Comparten. 



"Para mí fue recuperar algo que había perdido. Estar en grupo, tener los mismos objetivos. Eso me produjo empezar con el básquet", dice Hernán Fonseca (36). Él habla de una vida en conjunto conocida que pudo retomar. Hernán fue arquero de fútbol en un club de Totoras, en su Santa Fe natal. Un club de Buenos Aires lo había fichado para incorporarse a su plantel, y después de la despedida que sus amigos le habían organizado, sufrió un accidente de auto que cambio el rumbo de lo planificado. "Estuve diez años deambulando por la vida", dice, ya que sólo hace cinco que se animó al básquet. Antes lo usaba como entrenamiento para el fútbol. "Una vez vine acá, vi entrenar a la Selección mayor. En esa época había gente grande y bruta, no me gustó mucho. Así que tardé en decidir arrancar", recuerda. "Cambió mi mentalidad también. Cuando era joven era más calentón, pensaba que cada vez que me cayera me iba a agarrar a trompadas, pero ahora me caigo todo el tiempo y no pasa nada. Podemos jugar en contra un partido, pero después vamos juntos a tomar algo, está todo bien", ríe. 



En medio de la charla, Patrone pide un momento a solas con los muchachos. Es su momento de intimidad con el grupo, en el que bajará directivas, arengará, motivará de cara a lo que viene. "Nosotros trabajamos con algunos durante tres días, pero lo que ellos hacen en la semana en los clubes no lo sabemos", se lamenta del poco tiempo como grupo que tienen. A pesar de que los encuentros en Núñez sean mensuales, tanto él como los jugadores destacan la relación como un punto a favor. "Incluso los que somos más nuevos, es como si lleváramos mucho tiempo en el equipo. No tenemos grandes problemas en la relación, eso es lo bueno", dice Hernán. Tener el equipo armado es una de las ventajas, además de que el reloj, a algunos, los corre. Si bien se juega hasta una edad más avanzada que en el convencional, "para los próximos Juegos Olímpicos muchos no van a llegar", confiesa el DT. Sin embargo, las selecciones menores garantizan un recambio: en 2009 el sub 21 fue campeón panamericano. 



Esperanza y espera. Pasión deportiva heredada de su tío, y oriundo de Salta, Daniel Copa conoció el básquet sobre silla de ruedas cuando llegó a Buenos Aires. Antes, cuenta, no sabía de la posibilidad de jugar en la silla. Daniel, que juega y trabaja en Cilsa, tuvo una malformación congénita en su pierna derecha. "Trataron de corregirla, pero no se pudo hacer nada, y hubo que apuntarla", dice sobre las operaciones a las que se sometió cuando tenía apenas dos años. Hoy tiene una prótesis ortopédica. "Mi tío tiene poliomelitis y juega al tenis en silla de ruedas, y me insistió mucho para que hiciera algún deporte", cuenta. Él es quien tiene más experiencia en el seleccionado, y se le nota el entusiasmo por jugar. "Ya estamos en una edad…", dice sin terminar, con la certeza de que es el momento de mejorar.



El deseo de lograr el batacazo sobrevuela la concentración. Como si se tratara del clásico futbolero, Brasil está en la mira. Después de las potencias de América del Norte, la verdeamarela es la que se lleva generalmente la tercera plaza disponible para los Olímpicos. "El año pasado vi la posibilidad firme de ganarles", hace memoria Hernán, y enseguida dice que espera que en Guadalajara "se dé". Más cerca en el almanaque está el viaje a México, el primero en mucho tiempo realizado con fondos propios (la última invitación que recibieron fue justamente de Brasil, para enfrentarlos en Belo Horizonte y Río de Janeiro). "Es un avance importante que podamos viajar para jugar", dice el técnico. 



Los partidos de básquet transmitidos por televisión siempre los tienen como espectadores. "Todo se puede adaptar", explican. "Usamos tácticas de ataque y defensa convencionales", cuentan. Ellos añoran un mayor apoyo. Una visita de un "grande" del deporte, dicen, sería una gran motivación. "A todo jugador amateur le gustaría escuchar a un profesional", dice Fonseca, que traza comparación con los equipos de la NBA que además tienen su versión adaptada. "Ellos son jugadores de básquet sobre sillas de ruedas. Acá, discapacitados sobre sillas de ruedas", grafica Gustavo. "Es un tema cultural, de la sociedad. Allá si un jugador se rompe los ligamentos de la rodilla, ve como posibilidad sentarse en la silla y seguir jugando. Acá no", coincide Hernán. Pero a pesar que el dinero, los kilómetros y los medios materiales los separan con ese ideal, hay algo que los iguala: la voluntad. 



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